ACTO PRESENTACION MEMORIA 2004-2010 |
24/3/10
15/3/10
APUNTES SOBRE LA MULTICULTURALIDAD DE KYMLICKA Y LA INTERCULTURALIDAD INCUBADA EN BOLIVIA EN TIEMPOS CAMBIO EPOCAL
AUTOR: Wilfredo Gonzales Paco
ENSAYO PARA A: Situacion Sociocultural de Bolivia y Tendencia Paradigmaticas
MAESTRIA EN COMUNICACION INTERCULTURAL
RESUMEN
La diversidad cultural como realidad y objeto de debate, en los últimos años ha merecido una atención creciente. Sin reducir el complejo campo, dos han sido las formas concretas de planteamiento: El multiculturalismo y la interculturalidad. El primero desde y para sociedades de democracia liberal en cambio el segundo desde sociedades abigarradas para construir otro orden societal. En Bolivia, en los 90, el multiculturalismo neoliberal no tuvo éxito por el contrario configuró una condición de paradoja; los indígenas reconocidos como ciudadanos se articularon y movilizaron hasta poner en jaque mate al Estado neoliberal. Desde el 2000 la interculturalidad en Bolivia ha entrado en una construcción que va más allá de la relación dialógica entre culturas para constituirse en un desafío complejo de construcción de nuevas relaciones de fuerza, nuevas institucionalidades y nuevo sistema de creencias de manera complementaria con procesos como la intraculturalidad, descolonización y decolonialidad.
Palabras claves: Multiculturalidad, interculturalidad, construcción nacional, sociedades abigarradas, movimientos sociales, minorías étnicas.
INTRODUCCIÓN
¿Cuáles son las convergencias y divergencias constitutivas de la multiculturalidad planteada por Kymlicka y la interculturalidad forjada desde los movimientos social/indígenas de América Latina; a partir de qué problemas y con qué horizontes de visibilidad se fundan; en qué consisten sus principales análisis y propuestas y cuáles son sus limitaciones y alcances para la construcción de un Estado plurinacional tal como se ha propuesto la Bolivia del siglo XXI?
Sociedades de democracia liberal: Lugar de enunciación del multiculturalismo
Todo texto tiene su con-texto. En ese marco, un primer aspecto a tener presente a la hora de revisar la multiculturalidad e interculturalidad es identificar y analizar desde dónde, a partir de qué problemas o desafíos y con qué proyecciones se han ido construyendo.
La multiculturalidad, trabajada por Kymlicka, se pronuncia desde sociedades occidentales de democracia liberal. Desde ella desarrolla su teoría liberal sobre la multiculturalidad a partir de una preocupación concreta pero compleja: “La integración de la diversidad etnocultural (y los inmigrantes) en las democracias liberales” (2003:20) siendo su referente específico la diversidad cultural de Canadá. En esas circunstancias se plantea una preocupación que activa su interés intelectual pero a la vez su compromiso social: ¿Qué perspectiva tienen las minorías étnicas y los inmigrantes frente a un Estado que ha iniciado un proceso de construcción nacional?
Desde la postura del autor: Integrarse o vivir en una situación de aislamiento voluntario.
Pero ¿Integrarse a qué? A una cultura societal. El argumento es que “la pertenencia a una cultura societal (…) es necesaria para la libertad e igualdad liberales” (2003:79).
Siguiendo esa ruta de razonamiento, el autor reconoce que en el caso de los inmigrantes el proceso de integración es más viable que en el caso de las minorías étnicas, puesto que al dejar sus países de origen han optado por integrarse a una nueva sociedad. De no darse ésta integración los grupos inmigrantes correrían el riesgo de quedar en situaciones de marginalidad. En este sentido el rol del Estado consiste en promocionar la integración y reformar las instituciones de manera que sean espacios de tolerancia y práctica etnicocultural.
En cambio, “esperar que los miembros de las minorías nacionales se integren en las instituciones de la cultura dominante no es ni necesario ni justo” porque “la libertad de los miembros de las minorías nacionales implica la capacidad de vivir y trabajar en su propia cultura societal” (Kymlicka, 2003:81). En cuyo caso sostiene el autor que el objetivo “no debería ser la asimilación de la cultura minoritaria, sino más bien liberalizarla de modo que pueda convertirse en el tipo de sociedad de ciudadanos libres e iguales que el liberalismo se propone lograr” (2003:82).
Kymlicka reconoce que “en todo el mundo, los Estados multinacionales tienen problemas” (2003:129) frente a los cuales “muchos se han mostrado incapaces de crear o conservar un sólido sentido de solidaridad entre las filas etnonacionales” (2003:129) y para que esas crisis no desemboquen en secesiones, hay que desarrollar “medios eficaces para acomodar a las minorías nacionales”. Una de esas formas de acomodación en sociedades modernas, occidentales y de democracia liberal, según el autor al que hacemos referencia, es el Federalismo democrático.
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El federalismo democrático respetaría “el deseo mostrado por los grupos nacionales de permanecer autónomos y también respeta su deseo de conservar su particularidad cultural…” (2003:130) la experiencia dice Kymlicka da cuenta que “las federaciones democráticas (…) han logrado un sorprendente éxito en cuanto a dar acomodo a los nacionalismos minoritarios” (2003:131) el problema es que la teoría política no ha logrado construir, precisamente, una teoría liberal de los derechos de las minorías que dé mayor sustento tanto a las experiencias locales como al desafío de otro Estados multinacionales.
Frente a la brecha entre lo que existe en la realidad como experiencias exitosas y lo que propone la teoría política, Kymlicka emprende la construcción de una teoría política que ayude a comprender y a valorar las prácticas de construcción nacional y el derecho de las minorías.
En todo caso, el autor deja sentado que “el meollo del multiculturalismo en Occidente estriba en cómo interpretar los principios liberal democráticos, no en decidir si esos principios son legítimos o no” (2003:90). Esto es que el multiculturalismo de Kymlicka no tiene como propósito poner en cuestionamiento la sociedad y estado liberal sino, desarrollar teoría política para facilitar un acomodamiento más justo y real tanto de los inmigrantes como de las minorías étnicas a un orden establecido. Precisamente por esos motivos el multiculturalismo, en la línea propuesto por el autor citado, en Bolivia fue inviable.
El multiculturalismo en Bolivia no funcionó
En Bolivia durante el primer gobierno de Sánchez de Lozada (1993 – 1997) el Congreso reforma la Constitución Política del Estado declarando la constitución de un país multiétnico y pluricultural y estableciendo las bases para la implementación de una serie de reformas, llamadas de segunda generación, entre las que se pueden destacar: La ley de participación popular, la ley de reforma educativa, la ley de descentralización, etc. Reformas que van más en sintonía con los sentidos de la multiculturalidad; Nancy Grey denomina a este proceso “multiculturalismo respaldado por el Estado (neoliberal…) resultado de articulaciones estratégicas entre el Movimiento Nacionalista Revolucionario y los pueblos indígenas” (2009:183). Desde la comprensión de Grey, a pesar de todo, uno de los legados del multiculturalismo neoliberal de los noventa fue contribuir a la “producción de los sujetos indígenas” (ibíd.:309).
La paradoja es que “las reformas habilitaron a los ciudadanos, especialmente los ciudadanos indígenas, para actuar en contra de las limitaciones permanentes del multiculturalismo y los costos de la política económica neoliberal” (ibíd.:312). Lo que quiere decir que el multiculturalismo de base liberal o neoliberal en sociedades y Estados que reconocen simbólicamente a los indígenas pero continúan negando sus posibilidades de mejorar su situación demostrando incapacidad para disminuir los altos niveles de desigualdad y exclusión y de transformar las condiciones de colonialidad no resulta una propuesta política sólida.
En ese sentido, como ya señalamos arriba, en Bolivia el multiculturalismo, en su versión (neo)liberal tiene menos posibilidades para constituirse en un campo político – cultural capaz de coadyuvar a la construcción de un estado y nación a la imagen de las sociedades de la modernidad occidental.
La interculturalidad forjada por los movimientos indígenas latinoamericanos hunde sus raíces en sociedades abigarradas
La interculturalidad promovida, en general en el escenario latinoamericano y en particular en Bolivia en y desde la perspectiva de los movimientos sociales, principalmente indígenas, tiene sus diferencias y singularidades en relación al multiculturalismo propuesto por Kymlicka.
Una primera es que se va construyendo en condiciones de sociedad y estados de formaciones sociales abigarradas y la emergencia de movimientos sociales en condiciones de crisis constitutiva.
Según Zavaleta Mercado “una formación social abigarrada se caracteriza (…) por la coexistencia de diversas temporalidades o tiempos históricos (…), la diversidad de formas políticas y de las matrices sociales de generación” y se da en sociedades “como la boliviana donde el capitalismo se ha desarrollado débilmente (…donde) el tipo de unidad política (…) que se logra articular a nivel del estado, es en consecuencia, también altamente aparente…” (Tapia, L. 2002:308 - 309).
En Bolivia, en los últimos diez años, han surgido movimientos sociales como “actores colectivos plurales conformados por una variedad de organizaciones dotadas de intereses propios, que se proponen definir un objetivo común, un cambio social, cultural o político que permita que sus intereses sean reconocidos” pasando de movimientos reivindicativos a “movimientos socio-políticos estructurales” con la intención de “promover un nuevo orden estatal” lo que implica “tomar el control del Estado” (García, L., 2004:4-5).
Entre el 2000 y 2005 Bolivia asiste a una crisis de época, en ella emergen con una fuerza sin precedentes la memoria larga (desde la colonia), mediana (la república) y corta (neoliberalismo) de las luchas principalmente indígenas y desde ella no sólo poner en cuestionamiento lecturas y modelos liberales y neoliberales de Estado, construcción de lo nacional, democracia, política, economía y cultura si no agendar nuevos marcos discursivos fecundados en una historia condenada al silencio y la actuación marginal, inaugurando de esta manera la posibilidad de que “otros órdenes” son posibles.
En esas circunstancias la interculturalidad no puede ser entendida sólo como “la relación entre personas y grupos sociales de diversa cultura…” a través de “actitudes e intercambios que esta relación pueda suscitar” considerando que “lo primario en la interculturalidad son estas relaciones interpersonales, pues la cultura es siempre un producto humano y son, por tanto, las personas y grupos sociales productores de cultura los que ante todo se relacionan en este intercambio. Lo demás ya es algo derivado, sea material o conceptual” (Albó, X., 2006:48).
La interculturalidad, en el caso boliviano, se va construyendo desde una matriz más compleja que, sin descartar, la mera relación basada en las actitudes se aproxima más al “reconocimiento de espacios de posibilidades (que) hasta el momento no se reconocían por estar excluidos de la lógica de un orden estatal” (Zemelman, H., 2007:27); un estado monocultural (Tapia, L.,2002; García, L., 2004) incapaz de reconocerse y construirse desde la pluralidad cultural en su “armazón de fuerzas sociales”, “sistema de instituciones” y “sistema de creencias movilizadoras” (García, L., A. 2004:31-32).
En sociedad y estados abigarrados, es decir no plenamente capitalistas, donde “la condición más fuerte y frecuente no ha sido la de estado-nación sino la de países multisocietales” (Tapia, L., 2002:11) la interculturalidad no es relación sólo de diferentes culturas sino la relación de distintas sociedades (Tapia, L., 2002), la construcción de espacios de vigorización de sujetos sociales históricamente marginados, la voluntad y decisión de transformar el Estado. Desde otro escenario, también latinoamericano, Walsh, K. señala que “la interculturalidad tiene una significación (…) ligada a las geopolíticas del lugar y del espacio, a las luchas históricas y actuales de los pueblos indígenas y negros y a sus construcciones de un proyecto social, cultural, político, ético y epistémico orientado a la descolonización y a la transformación” (2007:175).
En esas condiciones, no es posible entender la interculturalidad desvinculada de los procesos de descolonización y decolonialidad; de la vigorización intracultural; del agenciamiento de otras racionalidades desde donde sea posible construir otros “ámbitos de sentido” teniendo “nuestro mundo de vida como referente empírico pero también epistémico” (Zemelman, H., 2007:39). “Empezar a pensar ciencia política y sociedad de otro modo, desde lugares “otros” y con intelectuales para quienes el punto de partida no es la academia (o sólo ella) sino proyectos políticos-epistémicos de la interculturalidad y decolonialidad, podría abrir caminos, caminos que incitan vuelcos en las geopolíticas del conocimiento (Walsh, K.,2007:226).
CONCLUSIONES
Mientras la multiculturalidad propuesta por Kymlicka no busca el cuestionamiento estructural de las sociedades y democracias liberales desde donde es construida, la interculturalidad enunciada y ejercida desde los movimientos sociales bolivianos, y latinoamericanos, no sólo cuestionan las bases liberales sino que ponen en evidencia la crisis del sistema de instituciones, sistema de creencias y relaciones de fuerzas social del Estado neoliberal provocando el desmoronamiento de la estabilidad y funcionamiento del Estado e inaugurando otra propuesta.
No obstante, la multiculturalidad, en el marco de sociedades de democracia liberal, se constituye en una posibilidad estratégica para mejorar las condiciones de integración (caso inmigrantes) y/o de coexistencia en el caso de las minorías étnicas. Desde ese punto, el aporte de Kymlicka es enorme.
De todas formas habrá que señalar que la multiculturalidad en sí mismo no es funcional con el orden establecido. En Latinoamérica existe una corriente, impulsado por Freire y sus seguidores, que propone el multiculturalismo emancipador. Cuyo abordaje excede las pretensiones del presente ensayo.
La interculturalidad, boliviana y latinoamericana, implicada a procesos de descolonización y decolonialidad abre mayores posibilidades, que el multiculturalismo normativo, de construcción en diversos campos: La política, la ciencia, lo epistémico, entre otros
BIBLIOGRAFÍA
Albó C., Xavier y Barrios, S. Franz, Por una plurinacional e intercultural con autonomías, Documento de trabajo Informe Nacional sobre Desarrollo Humano en Bolivia, La Paz, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2006
García Linera, Álvaro:
- Movimientos sociales: ¿Qué son? ¿De dónde vienen?, Revista Barataria, La Paz – Bolivia, octubre / diciembre, 2004, año1, No 1.
- La crisis de Estado y las sublevaciones indígena-plebeyas, en memorias de octubre coautoría con Prada, Raúl y Tapia, Luís, La Paz – Bolivia, Muela del diablo editores, 2004
Grey Postero, Nancy, Ahora somos ciudadanos, La Paz – Bolivia, Muela del diablo editores, 2009.
Kymlicka, Will, La política vernácula: Nacionalismo, multiculturalismo y ciudadanía, Barcelona - España, Paidos Ibérica, S.A., 2003
Tapia, Luís:
- La producción del conocimiento local: Historia y política en la obra de René Zavaleta Mercado, La Paz – Bolivia, Muela del diablo editores, 2002.
- La condición multisocietal: Multiculturalidad, pluralismo, modernidad, La Paz – Bolivia, CIDES-UMSA/Muela del diablo editores, 2002.
Walsh, Catherine:
- Interculturalidad y colonialidad del poder: Un pensamiento y posicionamiento otro desde la diferencia colonial en Educación superior, interculturalidad y descolonización, Programa de Investigación Estratégica de Bolivia y Comité Ejecutivo de la Universidad Boliviana, José Luís Saavedra (compilador), La Paz Bolivia, 2007
- (De)colonialidad e interculturalidad epistémica: Política, ciencia y sociedad de otro modo. en Educación superior, interculturalidad y descolonización, Programa de Investigación Estratégica de Bolivia y Comité Ejecutivo de la Universidad Boliviana, José Luís Saavedra (compilador), La Paz Bolivia, 2007
Zemelman M., Hugo y Quintar, Estela, Conversaciones acerca de interculturalidad y conocimiento, México, Instituto Politécnico Nacional e Instituto Pensamiento y Cultura en América Latina, 2007.
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bolivia,
comunicacion,
cultura,
Gonzales,
interculturalidad,
paradigma,
sociocultural,
Wilfredo
“Diferencia” y “unidad social” en el contexto intercultural boliviano
AUTORA: Romy Jimena Durán Sandoval
Introducción
Este ensayo asume la diferencia como un valor político, la rescata como un elemento constitutivo del Estado-nación, y sitúa ese valor en una pauta de discusión entre postulados de la corriente liberal y los actuales procesos interculturales de Bolivia. En el análisis se compara la propuesta de cómo sería posible, según Kymlicka, preservar la “unidad social” en los Estados “multinacionales” , y cómo es que va lográndose acomodar en el caso boliviano.
Desarrollo.
Conociendo que existe temor (liberal) respecto al debilitamiento del “sentimiento de identidad cívica compartida” (Kymlicka, 1996:239), indispensable para mantener la unidad social de una sociedad liberal, la interrogante de este ensayo es: ¿qué evidencias de compromiso, parte del sentimiento cívico, se reconocen en la democracia boliviana actual para sostener esa unidad social?
La pregunta es respondida enunciando las ideas del teórico liberal canadiense Will Kymlicka, en comparación con las de otros intelectuales, así como con ejemplos de situaciones reales en Bolivia, para fundamentar las consideraciones de la autora del ensayo.
En ese marco, para hablar de identidad cívica debe considerarse, inicialmente, el término ciudadanía, tomado por el liberalismo para referirse a temas de “comunidad” y “fraternidad” (Kymlicka, 1996:239). Si la ciudadanía implica “tratar a las personas como individuos con iguales derechos ante la ley” (1996:240), entonces deberá reconocérsela con capacidad de integración, porque reúne factores comunes, pero si no sucede así, “se convertiría en otro factor de desunión en lugar de cultivar la unidad frente a la creciente diversidad social” (Heater, 1990:295 citado en Kymlicka, 1996:241).
Destacamos la ciudadanía conformada por identidades, derechos y responsabilidades, así como de una expresión de pertenencia a una comunidad política, pero también de su ejercicio y participación en ese espacio, en tanto sujeto reconocido en la persona que “se construye afirmando una diferencia que confiere sentido a una experiencia existencial hasta ese momento vivida como confusa o sin esperanza; o también, encuentra allí los recursos simbólicos que le permiten invertir un estigma que le negaba como sujeto, o le impedía expresarse en cuanto tal” Wieviorka (2003:151). Entonces, ese sujeto en el autoreconocimiento de su diferencia estaría también ejerciendo “agencia humana”’ al desprenderse de las determinaciones de la superestructura (Althusser, citado por Paz, 2010) y, por supuesto —en esa práctica— está reforzando los principios liberales de libertad y autonomía individual.
En Bolivia ese autoreconocimiento se torna claramente complejo. Como fundamento, de dicha aseveración es pertinente revisar el aporte de López y Regalsky, quienes aluden a las sucesivas aproximaciones emanadas desde el Estado por ¨romper con la historia ya larga de exclusión de su población indígena mayoritaria, buscando maneras de reconocer y, en cierto modo, aceptar la diversidad y la diferencia, a sabiendas que de no hacerlo se pondría en riesgo la gobernabilidad de uno de los países más indígenas de América¨. (2005:13).
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Desarrollo.
Conociendo que existe temor (liberal) respecto al debilitamiento del “sentimiento de identidad cívica compartida” (Kymlicka, 1996:239), indispensable para mantener la unidad social de una sociedad liberal, la interrogante de este ensayo es: ¿qué evidencias de compromiso, parte del sentimiento cívico, se reconocen en la democracia boliviana actual para sostener esa unidad social?
La pregunta es respondida enunciando las ideas del teórico liberal canadiense Will Kymlicka, en comparación con las de otros intelectuales, así como con ejemplos de situaciones reales en Bolivia, para fundamentar las consideraciones de la autora del ensayo.
En ese marco, para hablar de identidad cívica debe considerarse, inicialmente, el término ciudadanía, tomado por el liberalismo para referirse a temas de “comunidad” y “fraternidad” (Kymlicka, 1996:239). Si la ciudadanía implica “tratar a las personas como individuos con iguales derechos ante la ley” (1996:240), entonces deberá reconocérsela con capacidad de integración, porque reúne factores comunes, pero si no sucede así, “se convertiría en otro factor de desunión en lugar de cultivar la unidad frente a la creciente diversidad social” (Heater, 1990:295 citado en Kymlicka, 1996:241).
Destacamos la ciudadanía conformada por identidades, derechos y responsabilidades, así como de una expresión de pertenencia a una comunidad política, pero también de su ejercicio y participación en ese espacio, en tanto sujeto reconocido en la persona que “se construye afirmando una diferencia que confiere sentido a una experiencia existencial hasta ese momento vivida como confusa o sin esperanza; o también, encuentra allí los recursos simbólicos que le permiten invertir un estigma que le negaba como sujeto, o le impedía expresarse en cuanto tal” Wieviorka (2003:151). Entonces, ese sujeto en el autoreconocimiento de su diferencia estaría también ejerciendo “agencia humana”’ al desprenderse de las determinaciones de la superestructura (Althusser, citado por Paz, 2010) y, por supuesto —en esa práctica— está reforzando los principios liberales de libertad y autonomía individual.
En Bolivia ese autoreconocimiento se torna claramente complejo. Como fundamento, de dicha aseveración es pertinente revisar el aporte de López y Regalsky, quienes aluden a las sucesivas aproximaciones emanadas desde el Estado por ¨romper con la historia ya larga de exclusión de su población indígena mayoritaria, buscando maneras de reconocer y, en cierto modo, aceptar la diversidad y la diferencia, a sabiendas que de no hacerlo se pondría en riesgo la gobernabilidad de uno de los países más indígenas de América¨. (2005:13).
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En esa línea, corresponde citar el aporte de Tapia (2007:126-131) en cuanto a la participación política y los dos grandes espacios en los que se reconocen o se expresan los sujetos y su diferencia, que en el mundo de lo político se “organizan y se constituyen sujetos para participar en la discusión de lo público, aunque sea a partir de lo particular que los constituye”. En ese contexto, el autor paceño indica el primero al que denomina: “gran espacio y forma de participación comunitario”, y el otro: el de la “sociedad civil, que es ese mundo de organizaciones que resultan de la distinción moderna entre Estado y sociedad civil.”
Ahora, siguiendo a Kymlicka, otro factor, parte de las condiciones para la unidad social que además contenga solidaridad, es el del sentimiento de identidad, de la capacidad de tolerar y trabajar entre personas distintas (1996:241). Ante ese requisito lo que se puede recordar es que así como en otros países, en Bolivia también se trabajó en el potenciamiento de esa identidad. Muestras existen en los trabajos de organizaciones no gubernamentales, así como del propio Estado, para –por ejemplo— difundir actividades folclóricas, acrecentar el interés por lo endógeno, defender símbolos considerados patrimonio, apoyar la producción nacional, entre otros múltiples aspectos.
Con dichas aseveraciones pretendo destacar que, en el caso boliviano, el compromiso para el sostenimiento de la “unidad social” está amparado en varios otros parámetros, que en varios puntos pueden coincidir con los liberales, pero que también se amplían hacia otros ámbitos a los cuales Kymlicka no se refiere en el texto consultado. Ello implica que las demostraciones en Bolivia, en diversos casos, se desmarcan de las conceptualizaciones que a fines del siglo XIX postulara el teórico canadiense.
A la fecha, y con mayor énfasis en los recientes cinco años, el sujeto referido líneas arriba se muestra con discordantes bríos, inclusive es dado afirmar que trastoca las previsiones teóricas y posibilidades que los intelectuales señalaron para su situación, como minorías de un Estado multinacional.
Otra importante situación a reconocer sobre este trabajo, que impulsan sujetos (ciudadanos) cargados de su diferencia, se vislumbra en el hecho de que “…asegurar la representación de las “comunidades de intereses” no supone ninguna amenaza a la unidad nacional, sino que, por el contrario, se cree que fomenta la participación cívica y la legitimidad política” (RCERPF, 1991:149, citado en Kymlicka, 1996:243). Así es, y la evidencia del interés por propiciar inclusiones de grupos culturales (minorías según los liberales) en Bolivia se demuestra cuando miles de indígenas aceptaron su inclusión e integración en el Estado boliviano para cumplir en forma obligatoria el Servicio Militar.
El ejemplo es interesante porque contrasta ampliamente con el de los sijs enunciados por Kymlicka (1996:243), ya que dicha incorporación reprodujo en los indígenas bolivianos en lugar de conflictos, un grado de prestigio (Quintana, 2001:4) al interior de sus comunidades .
Con dicha cita, además de demostrarse el cumplimiento de parte de la filosofía integracionista de unir grupos minoritarios, y diferentes, al conjunto social, se coincide con la postura de Whitaker (1992:255, citado en Kymlicka, 1996:245), respecto a que (en este caso los indígenas sometidos al Servicio Militar obligatorio) sienten orgullo de su herencia y se expresan capaces de aceptar la diferencia cultural, pero acomodada a sus propios significados internos de participación cívica.
Además, cabe recordar que el Servicio Militar “fue concebido como una importante institución orientada a desempeñar funciones de asepcia socio-cultural y al mismo como un inductor para el logro de la adhesión cívica al Estado”, sin olvidar su consideración “como un benévolo mecanismo vertical para el logro de la homogeneidad cultural” (Quintana, 2001:4-5).
Por otra parte, excluyendo del caso boliviano el tema de poblaciones inmigrantes, cabe aclarar que el acomodamiento de los derechos ¨poliétnicos¨ a los que se refiere Kymlicka (1996:245), sí tiene ejemplos recurrentes de cómo el discurso sindical rememora con frecuencia las penurias, y el largo tiempo de exclusión y dominio que tuvieron que atravesar para que se les reconozca derechos en el actual Estado. En otras palabras, reclaman frecuentemente su participación en la unidad social de Bolivia, porque antes no lo hicieron, al menos en la medida que requerían .
Recalcando el vínculo de las últimas líneas con el de interculturalidad, se recoge el aporte de Paz, cuando indica que ¨la visión intercultural desarrollada en la región andina, sobre todo por algunos sectores del movimiento indígena (entre los que se incluiría a la mayoría boliviana, más del 60% según datos del Censo 2001) , no se plantea un acomodo de la diversidad en las instituciones estatales existentes sino y sobre todo, una transformación del contenido de Estado nación a través del tratamiento de la diversidad¨ (2009a: 14).
Por tanto, coincidiría con las recomendaciones liberales (a partir de su preocupación por el sostenimiento de la sociedad liberal) que se hacen explícitas en el trabajo estatal desplegado en los últimos años del siglo XX, y en la primera década del XXI. En ese contexto –los ejemplos varían— pues tienen la participación indígena en las representaciones legislativas que componen el Poder Legislativo nombrado desde la Constitución Política del Estado como Asamblea Legislativa Plurinacional.
De esta situación habla Paz, cuando indica que: “la interculturalidad al formar parte de las políticas públicas que generan cambios constitucionales a favor de los pueblos indígenas originarios, en el marco de reformas inspiradas por una perspectiva neoliberal, se constituyen en formas de reconocimiento que se subsumen a una estructura estatal y a una hegemonía política y cultural; en cambio, la interculturalidad en tanto propuesta de transformación de las relaciones asimétricas en una sociedad, o marco político que moviliza a sectores sociales discriminados para impugnar condiciones de dominación, plantea salidas políticas que se alejan de la perspectiva multicultural de derecho de minorías…” (Paz, 2009b:13).
Otra demostración de que en Bolivia existen pautas de compromiso destinadas a la “unidad social” es que el Estado boliviano, asumió la estrategia de hacer común la ciudadanía entre minorías, para este caso, entre las múltiples culturas que habitan su territorio, ello implica que reconoce la incorporación del ¨pluralismo cultural¨ .
Siguiendo esta ruta, de una ciudadanía comprometida con contextos culturales, se reconoce en el territorio boliviano que la diferencia reconocida por sus sujetos se desenvuelve interviniendo en el contexto político, económico, cultural, social a partir de la normativa vigente en el Estado Plurinacional. Una prueba reciente de esta afirmación inscrita en la Constitución Política del Estado, es que a su cumplimiento se regirán los candidatos a las elecciones municipales y prefecturales del 4 de abril próximo. Esto quiere decir que tanto el discurso como las acciones de los ciudadanos no hubieran sido expresados si es que las reglas electorales no se hubieran institucionalizado, y por tanto, limitado o regulado el ejercicio de los mismos.
Por otro lado, tomando en cuenta aquellos aspectos en los que se discute la amenaza de que las subculturas propenden al sentimiento de identidad común (Miller, 1989, citado en Kymlicka, 1996:252), y por tanto a la unidad social, se recomienda: “una percepción más acusada de la maleabilidad de tales identidades; es decir, de la medida en que éstas se pueden crear o modificar conscientemente” (ídem). Eso es lo que estaría ocurriendo en Bolivia, desde hace varios años, pero actualmente con adaptaciones similares, pues aunque no se puede “eliminar el sentimiento de identidad distinta que subyace al deseo de estos grupos—las subculturas— de formar sus propias sociedades nacionales” (Kymlicka, 1996:253), cada vez existe mayor énfasis en lo boliviano como un lugar de residencia de una sociedad plurinacional, y donde los sujetos aunque no pretendan considerarse puramente iguales o extremadamente diferentes, están tratando de buscar el compartir metas comunes a la sociedad. Entre esos fines está involucrada la justicia.
Empero, como hace notar Kymlicka acudiendo a otros autores, esos valores compartidos y concepciones de justicia similares, no son suficientes como los factores que posibilitarían la unidad social en un Estado multinacional, aunque sí se adelanta la posibilidad de una identidad compartida, que bien podría lograr dirigirse a que las personas involucradas decidan compartir con quienes se identifican, con quienes pueden ser solidarios, pero al mismo tiempo, al menos en Bolivia, con quienes les permiten y se sienten menos discriminados para hacerlo.
Muestras del acápite anterior se encuentran en las organizaciones sociales e indígenas que tiene el Estado plurinacional boliviano, y que cada vez que se requiere enfatizar en su presencia, anuncian su diferencia como parte de una u otra organización, sindicato, federación o pueblo indígena que, habla de sus decisiones e identidades particulares, porque anticipadamente comparten historia, conflictos, exclusión e inclusive territorio, y hoy forman parte común de un Estado que los reconoce en su Constitución Política como bolivianos, pero a la vez como sujetos miembros de nacionalidades diferentes . Lo que implica que se estaría logrando respetar el mosaico de identidades del que habla Taylor (1991, citado en Kymlicka, 1996:260-261) como parte de la “diversidad profunda” (ídem) que agrupa Bolivia y que la encaminaría a la construcción del Estado poliétnico y multicultural unido, postulado como respuesta a las demandas de sentimientos de solidaridad que sustentan las identidades comunes, y por efecto, en el alcance de la unidad social de un Estado multinacional.
Conclusiones.
Existen variadas evidencias del compromiso cívico que moviliza a los bolivianos y bolivianas para el sostenimiento de la “unidad social”. Esas pruebas prosiguen fundamentadas, en principios liberales que sobresaltan la libertad y el bienestar de los individuos, y se enmarcan en diferentes criterios de defensa de los derechos individuales.
Las pautas de diferencia reconocidas por los sujetos del contexto abordado están vinculadas a parámetros propios en los que el significado de “unidad social” se reconstituye en un acomodamiento de criterios socioculturales y políticos relacionados con su antecedente histórico y, por supuesto, con los intereses y demandas que persiguen —con mayor fuerza y efecto político— desde hace más de una década en Bolivia.
Según las lecturas revisadas y la coyuntura observada, aún persiste la duda de cómo se debería, en el tiempo actual, reconocer aquel “sentimiento peculiar” (Dicey, citado por Kymlicka, 1996:263) que desee la unión aunque no la unidad, para sostener la unidad social de un Estado democrático multinacional.
Referencias Bibliográficas.
KYMLICKA, Will. (1996). Ciudadanía Multicultural. Paidós Ibérica. España.
LÓPEZ, Luis Enrique y REGALSKY, Pablo (editores). (2005). Movimientos indígenas y Estado en Bolivia. PROEIB Andes, CENDA, Plural Editores. La Paz, Bolivia.
PAZ, Sarela. (2009a). "Capítulo II. Consideraciones teóricas sobre la política de la diferencia y su incidencia en los modelos educativos", en La política de la diferencia y las visiones de multiculturalismo en Bolivia: El caso de la Educación Intercultural Bilingüe, México, CIESAS, (Tesis doctoral).
PAZ, Sarela. (2009b). Multiculturalidad vs.Interculturalidad: la experiencia política en los Andes. Cochabamba, Infante.
PAZ, Sarela. (2010). Apuntes de clase “La situación sociocultural de Bolivia y tendencias paradigmáticas interculturales”. Maestría en Comunicación Intercultural, Sucre, Bolivia.
QUINTANA, Juan Ramón (2001). Soldados y ciudadanos: Un estudio crítico sobre el servicio militar obligatorio en Bolivia. Su contribución a la formulación de políticas institucionales en el área de la Defensa Nacional. Disponible en: www.ndu.edu/.../Military%20Service%20Panel/Quintana. Military%20SErvice%20Panel.doc Acceso: 12 de febrero de 2010.
REGALSKY, Pablo y QUISBERT, Francisco (2007). Bolivia indígena: de gobiernos comunitarios en busca de autonomía a la lucha por la hegemonía. Disponible en: http://www.cenda.org/publicaciones/artic/par/gob-comunitarios.pdf. Acceso: 12 de febrero de 2010.
TAPIA, Luis. (2007). “Gobierno multicultural y democracia directa nacional” en La transformación pluralista del Estado. Muela del Diablo Editores, Bolivia.
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